domingo, 14 de agosto de 2011

Yo y mi síndrome postvacacional

Es el siglo de los nuevos síndromes: de la clase turista, del túnel carpiano, de House (Asperger, dicen)...

Y del postvacacional:
depresión, irritabilidad, astenia, tristeza, apatía, ansiedad, insomnio, tensión, dolor de estómago...

Eso sólo puede significar una cosa. Tengo más vacaciones que el tato! La alternativa es que estoy como una chota. Y soy capricornio. Incompatible asociación de conceptos!

domingo, 23 de mayo de 2010

Una gallega en la luna

Hace siete meses que hay una gallega en la luna. Sus esfuerzos por tomar tierra resultan en vano. Se ha quedado flotando. La gravedad sin hacer su trabajo. Y qué bien!

sábado, 13 de febrero de 2010

No entiendo nada

No entiendo nada. Odio el tabaco. Me da bastante asco. Bueno, mucho asco. Olerlo, respirarlo, sentirlo cerca, sobre todo besarlo. Pero, dios, qué bien le queda. Cuánta sensualidad contenida en esa porquería. Cuánta masculinidad derrochada en cada calada. Y yo qué débil...

lunes, 12 de octubre de 2009

Me cambio de piso

En menos de un mes me enfrentaré a una de las situaciones, dicen, más estresantes en la vida de una persona media: un cambio de piso. Sin embargo, yo, ser histérico por naturaleza, capaz de agobiarse al comprar champú en el super, espero poder superar este nimio trance sin mayor convulsión en mis rutinas.

En cualquier caso, si bien no dudo ni un ápice de mis capacidades de adulto para resolver de manera autónoma este tipo de situaciones, también es cierto que nunca ha contado el orgullo entre mis virtudes, de modo que carezco de acicates que me estimulen a realizar tan maña tarea por mí misma. En este contexto, la situación de celibato (a tan tierna edad) y el hecho de que unas cuantas autonomías me alejen de mi hogar de antaño, hacen que una natural culpabilidad parental entre en juego para salvar a una prole que ya avanza cuán inútil por la treintena. Cosas de estos tiempos...

Así que estando los obstáculos superados, sólo resta el disfrute: deshacerme de esos miles de euros (pocos, pero miles) que me incomodaban enormemente de tanto vegetar en mi cuenta bancaria. Qué alivio.

Y como disertación final añado que mi tendencia hacia la burguesía se corrobora con esta nueva iteración de cambio de morada. Pero no me culpo. Cierto es que nunca he hecho el mínimo esfuerzo por poner trabas a, o reconducir, mi naturaleza "inversora", pero cuento como excusa con los genes paternos de señorito coruñés y con los maternos de sibaritismo nada economizador de un abuelo que, aunque abuelo de mar, siempre pescó a lo grande para comprarse botas de 10.000 pelas de entonces. Pues eso, que me eximo de toda responsabilidad sobre el asunto para traspasársela a mis antepasados. No voy a ser yo quien modifique la inclinación familiar. En cualquier caso, para consuelo de los que insisten en seguir juzgándome por esto, debo apuntar que un trabajo de negociante-laboral moderno y mi reciente experiencia de mercader bereber en Marruecos, han hecho de mí una regateadora modelo, capaz de consequir descuentos en empresas a priori titánicas. Burguesa, sí, pero no tonta, que para algo mis padres comieron sardinas para pagarme los estudios.

domingo, 4 de octubre de 2009

Existir sin personalidad

Me encanta ser carente de personalidad. Y no es que no sea persona sin carácter, que cuando hay que plantarse una se planta. Tampoco de ser pasota, que cuando hay que actuar una actúa. Se trata simplemente de no tener opinión. En concreto, de no tener opiniones particularmente definidas sobre nada.

No sé. Supongo que no es bueno ni malo. Es. Y me gusta. O, al menos, he aprendido a apreciarlo.

Desde mi punto de vista se ha sobrevalorado siempre el contar con una opinión sobre todo. Y cuanto más categórica mejor. La peli tal, el grupo cual, la fidelidad, el aborto, los hombres, las mujeres, etc, etc. Para qué? Pues para hablar, supongo. Porque en contados casos tener una opinión firme sobre algo ha hecho avanzar a la humanidad. Galileo, Luther King y cuatro más. El resto, hablar por hablar.

Yo por eso prefiero prescindir de tener una personalidad clara. Aparte de aborrecer la leche y adorar los salones con luz, sobre pocas cosas tengo opiniones establecidas. Puedo opinar, claro está, pero se trata básicamente de un divertimento, de una manera de aprender a través de las opiniones de los demás. Así que suelo mantener dichas opiniones solo durante un tiempo limitado, hasta que algo o alguien me muestra otras posibilidades igualmente válidas. Porque lo cierto es que, en realidad, casi todo admite excepciones, matizaciones o es simplemente rebatible desde su base. Así que, lo mejor, no cerrarse en banda. Yo por lo menos me lo paso mejor.

Esta es mi humilde opinión. Por supuesto, no tiene validez alguna. Probablemente la cambie mañana...

domingo, 13 de septiembre de 2009

Casarse está bien, no casarse está mejor. Por el bien del país

España es un país pintoresco. No cabe duda. No hay más que ver cuántos fieles siguen diariamente las aventuras de la Belén Esteban. A caballo entre Europa (a la que nos aproximamos estructuralmente gracias a los fondos de cohesión UE) y nuestros vecinos africanos (con los que todavía compartimos el amor por la calle y por el regateo), este país lucha por hacerse un hueco en el mundo de los ricos.

Entre otras divertimentos varios, nuestro gobierno se afana en hacer de este país un modelo de competitividad a través del uso de las nuevas tecnologías, en particular, de la banda ancha. Inteligentes como somos, ya nos habremos dado cuenta de que las medidas puestas en marcha no han fructificado. Los datos hablan claro: penetración de banda ancha por debajo de la media europea. Pero no los culpo. La batalla está perdida de partida. O nos despojan del sol y anulan nuestros instintos sociales más básicos, esos que nos empujan a las calles y los bares, o no hay nada que hacer. Nunca llegaremos a los niveles de un noruego, impelido al uso de Internet por la falta de luz y un frío espeluznante.

Pero, pensándolo bien, podría ser mucho peor. Y la clave la encontramos en el nivel de soltería entre los jóvenes de este país, que logra librarnos de una situación todavía más deshonrosa. La imagen del soltero sólo en casa haciendo punto o jugando a la play se sustituye poco a poco por la imagen del soltero colgado en el feisbuk, mesenller o mitik. Internet se torna una herramienta imprescindible para entrar en el círculo de los 'potenciales'. Los solteros no pueden vivir sin la red. Son, por tanto, responsables claros del mantenimiento de las tasas de penetración de la banda ancha en España. Benditos sean.

Que su número aumente redunda en un beneficio para el país. Está claro, el aforismo de San Agustín "casarse está bien, no casarse está mejor" ya no aplica al individuo, sino que se hace válido para toda la comunidad: "casarse está bien, no casarse está mejor. Por el bien del país". Teniendo esto en cuenta, quizás el gobierno decida incluir el divorcio exprés entre el paquete de medidas económicas y no sociales.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Siempre pensé que el tiempo es subjetivo

Dicen los estudiosos en la materia, que aquellos acontecimientos nuevos son más nítidamente almacenados en la memoria, de manera que con el paso del tiempo es más fácil recuperar vivencias que en su momento fueron nuevas. Al parecer, nuestra maquinaria cerebral activa menos neuronas al experimentar aquellos sucesos que le resultan repetidos, en un alarde claro de eficiencia energética - no emulado, desgraciadamente, por el molondro-homo-consciente, de manera que con el paso del tiempo es más fácil perder de la memoria vivencias que en su momento fueron repetidas.

Además de significar esto algo que más o menos intuíamos, es decir, que uno recuerda el viaje a Almería del año pasado pero no qué hizo hace dos semanas en el camino del trabajo a casa, o que uno recuerda cómo, cuándo y dónde dió el primer beso pero no cómo, cuándo y dónde dió el número 43, las implicaciones de este principio son más importantes de lo que puede parecer. Porque, si consideramos que la percepción de la extensión de nuestra propia vida depende del número de recuerdos almacenados, entonces, a mayor número de acontecimientos nuevos, mayor sensación de haber vivido o, lo que es lo mismo, el tiempo se puede prolongar simplemente acumulando novedades en nuestra existencia. ¿Es esto el principio del tiempo subjetivo? ¿el de la vida eterna? Al menos, algo apunta a que sí. Sin embargo, hállase una paradoja en este principio. Al rellenar el tiempo objetivo de elementos nuevos para conseguir extenderlo en el plano subjetivo, supongo que se gastará más energía, y, por lo tanto, se envejecerá necesariamente antes, lo que implicaría que nuestro período vital se reduciría...

¿quién me manda meterme en estos líos?